sábado, 13 de septiembre de 2014

Lo que he aprendido

Lo que he aprendido

De los cambios 
A mi cuarenta y tantos estoy satisfecha de una filosofía que aprendí en la adolescencia, cuando por circunstancias familiares tuve que cambiar de colegio y de residencia:   cuando una etapa de tu vida termina es porque la vida te tiene algo mejor, así que no tienes por qué aferrarte a lo viejo. 
Para mi los nuevos tiempos siempre son mejores que los anteriores. Los tropiezos sólo fueron obstáculos momentáneos que me afectaron en su momento, pero que sólo sirvieron para hacerme más fuerte y acercarme más al Supremo y a los que amo.  
Mi alma no conoce el rencor, por ello  cuando era inexperta quien una vez me dañó, pudo lograrlo una segunda vez porque siempre creo en otra oportunidad para la gente. Ahora también creo en ello, pero con las reservas que me dan la canas.   
Vivo en el presente, cierro los capítulos.  

De las despedidas
Quien se fue y no volvió a tu vida, no insistas en buscarlo. El Universo lo ha alejado de ti porque es lo mejor. Si por casualidad lo encuentras de nuevo, le sonríes y sigues adelante.  
Cuando saliste de un lugar, no vuelvas. Ya no tienes nada que buscar. 
Si te cerraron una puerta, no persistas en tocar, hay miles abiertas, esperando a que entres. 


De los años
Cada día es un gran aprendizaje, cada lustro un trofeo. Cada arruga un símbolo de que he vivido. La experiencia y vivencias  acumuladas te permiten ver la vida diferente  

Cada etapa de la vida debe asumirse en su dimensión. Cada una tiene su encanto y aunque los jóvenes no lo crean, ya lo sabrán en su momento:  la madurez es hermosa y encantadora. No la cambiaría por la incierta juventud. 
Cuando veo la Mirian de veinte años atrás y la que me refleja el espejo, ambas me gustan, sé que en el fondo son la misma, pero la de ahora se ve más linda porque la adornan los frutos, las marcas y las estaciones sentidas a plenitud. 

De los momentos sublimes
Hace unos días paseaba en auto frente al mar y me emocioné al ver un ave que llevaba una rama en su pico, para construir su nido. 
Emití un grito de regocijo. Pedro me dijo que por qué no hice una foto. Si captaba la imagen con un equipo, se perdía el encanto. 
Los mejores momentos de nuestra vida no tienen que estar en un ícono en las redes. Están en esa memoria infinita de las que nos dotó el Creador y grabados en el alma. 

De los amigos
La mayoría son de las circunstancias, como dice un escrito anónimo,  los buenos permanecen. Siempre están.  Esos no son muchos. 
Conocemos muchas personas pero no todas pueden llamarse amigos. 
A mis hijos, pareja, hermanos, amigas y amigos los acepto como son. Los dejo ser, no trato de cambiarlos, solo intervengo si creo que algo los puede ayudarbb
Creo que la gente si cambia, es solo cuando están convencidos de hacerlo. 

Los hijos
Los hemos tratado de educar para que vuelen solos. Los míos pasaron la etapa de darle los alimentos en el pico.  Mientras estemos en este solar, y sea posible, sus padres estaremos para apoyarles.  Pero hay que dejarlos que tomen sus decisiones.  Que transiten sus propios senderos. Eso los hará independientes y, si los guiamos bien en la niñez, saldrán adelante.   En poquito tiempo, desplegarán sus alas y construirán su nido. Y ya no trataremos de controlar sus vidas, ni sus horas de ocio, ni imponerles nuestra presencia. Volverán cuando lo deseen. Cuando lo sientan. 

Del poder
En muchos momentos de nuestra vida nos toca estar en situación de poder. 
En nuestra relación con los hijos, con la pareja, en una posición gerencial, en la casa con una ayudante para las tareas del hogar, u otro rol que desempeñemos. Debemos aprender a ser humildes. La época de la esclavitud fue aciaga  y todos le tenemos repugnancia, pero muchas personas se convierten en verdugos en estos casos, con el más débil. Este papel debemos asumirlo con humildad, porque todo es pasajero y cíclico, y el humillar a los demás con aires de príncipe o princesa, sólo porque en ese momento tenemos el control, nos hace miserables. 

Jesús tenía el reino de su Padre y lavó los pies de sus discípulos, es la mayor muestra de humildad de la historia.   

Lo escrito aquí no es nuevo. Tal vez pude leerlo alguna vez, más es parte de lo que me ha enseñado la vida; porque a vivir no se aprende por lo que otros te digan, sino por los dolorosos tropiezos y las piedras del camino, experiencias que van fortaleciendo el carácter.